Delegación fundada el 3 de Abril de 2003

.
Historia IIEE
Fundamentos IIEE Chile
Contacto
.
.
Su cuerpo estaba en perfecto estado, sus tejidos corporales denotaban detalles de una piel intacta, su pelo, su ropaje, todo estaba perfectamente conservado. (Ver más...)
 
 
.
.
MONTAÑAS DE CHILE
.
ENIGMAS EN CHACARILLAS – 3ª Parte
AUNQUE NO LO CREAN… AQUÍ ESTAMOS
Artículos Relacionados
Algunas, o muchas, de las personas que hayan leído mis dos crónicas anteriores sobre los enigmáticos sucesos que ocurren en el cordón de La Chacarilla (cintura norte de Santiago de Chile) se deben haber dicho o pensado más de alguna vez: “no me trago este cuento” y no me extraña, puesto que estos relatos por mucho que se mastiquen, cuesta digerirlos. Ya he dicho a viva voz o por escrito que luego de mi primera observación en una noche primaveral de 1990, estuve recorriendo los cerros durante más de dos años en busca de una explicación racional de tanto misterio, pero cada vez me adentraba más en un mundo que, estando inmerso en el nuestro, nos era ajeno.


Osvaldo Muray, es un investigador incansable, nunca ha renunciado a la acción.
Sigue visitando los cordones de Chacarillas y otros cerros de la zona
.

Cuando me convencí que este asunto se escapaba de la legítima comprensión humana, inicié un safari fotográfico y un conteo estadístico de los sucesos y luego de otros dos años de comprobar que los fenómenos se repetían hasta con horarios rígidos en ciertas ocasiones, decidí meter todo ese material en un libro, porque resultaba obvio que era demasiado fantástico como para las páginas saturadas de objetividad de diarios o revistas, donde lo fantástico no tiene cabida. Además, en otros medios de comunicación campeaban un par de extranjeros, que cada cierto tiempo llegaban a vender sus “pomadas” de dudoso origen, asesorados y presentados por un par de charlatanes criollos, especimenes que le han hecho un grave daño al auténtico fenómeno extraterrestre, puesto que los hombres de ciencia, que podrían preocuparse del tema, lo abominan, pensando que todos quienes avizoran el umbral de este mundo maravilloso (regresado a la percepción humana a mediados del siglo XX), son charlatanes y/o simples mercaderes.


Un año nuevo singular

Han transcurrido dos horas del Año Nuevo de 1999. En la esquina de Avenida Independencia con la Circunvalación Américo Vespucio, existe un servicentro Esso que posee un mini mercado donde venden gaseosas, emparedados y todo tipo de golosinas. El lugar está plenamente iluminado y por tal razón, la juventud de los alrededores se da cita allí para intercambiar abrazos. Es una madrugada de jolgorio y risas juveniles. En el lugar hay no menos de cuarenta personas, sumando a los varios expendedores de combustible; no menos de diez automóviles, con sus correspondientes ocupantes y el minimarket abarrotado de la juventud que ríe, canta, bromea, se abraza, disfrutando la llegada del nuevo año.

De pronto, cerca de uno de los surtidores de gasolina, alguien lanza un agudo ¡miren! y levantando su mano, señala hacia la elevación mayor del cordón montañoso de La Chacarilla , a tiro de piedra del servicentro. Todos corren hacia el lugar donde está la joven que ha dado el grito y miran fascinados lo que sucede en la cima de la majestuosa elevación que corona el cerro. Una enorme esfera de blanca luminosidad se ha encendido en la punta misma del macizo montañés. Es una enorme bola translúcida de cegador brillo fluorescente. Entre la juventud allí reunida, se encuentra la joven estudiante de pedagogía en inglés, Carolina Poblete, visitante asidua de los cerros cercanos, puesto que vive a poca distancia de la imponente altura máxima del cordón, que se eleva a más de mil metros sobre el nivel del mar.

Hoy, a más de diez años de ocurrido el suceso, Carolina—que sigue explorando La Chacarilla —recuerda nítidamente ese acontecimiento:

“…de pronto, la esfera comenzó a cambiar de color y se tornó roja, siempre muy brillante y transparente. Luego, su color derivó al naranja y esta forma esférica dio paso a algo que superó todas las expectativas de quienes éramos testigos. De una manera inexplicable, la bola naranja tomó la forma de dos seres humanos hasta en sus menores detalles—un hombre y una mujer de unos treinta metros de altura--. Y al parecer, tomados de la mano, esta pareja de personas color naranja, comenzó a descender cerro abajo, como si caminaran, no por una pendiente muy empinada sino por el pavimento de una calle horizontal. Las casas aledañas al cerro ocultaron a la pareja luminosa y se terminó la función. Los bomberos siguieron cargando gasolina, los autos reanudaron su camino y nosotros regresamos al minimarket, de cuyo interior habían salido hasta las vendedoras. Esa madrugada ya no se habló de nada más que de la pareja extraterrestre”.

Pero como le sucede a muchas personas—incluyendo a este periodista—los fenómenos ET se instalan en su entorno y uno termina convertido en un adicto (aunque no lo quiera) de este mundo tan lejano y tan cercano a la vez, porque de cuando en cuando, sin imaginárselo, se topa con los misteriosos pero atrayentes fenómenos. Nadie que viva esta increíble realidad, ha dicho nunca sentir temor ni menos, haber sido agredido de alguna forma. El enigma ET se convierte en una especie de amigo invisible, que de vez en cuando, adopta alguna forma física y se pone frente a ti como diciéndote “…. aunque no lo creas, aquí estamos”


Los Visitantes

Han transcurridos diez años y medio de esa memorable jornada. Por costumbre profesional le preguntó a Carolina: ¿ha tenido alguna nueva experiencia? Y salta una liebre muy curiosa en su respuesta:

“Desde hace varios años—cantidad de tiempo que no puedo precisar—somos visitados con mucha frecuencia en el interior de mi casa (Carolina vive a menos de dos kilómetros de La Chacarilla ). Nuestros visitantes son unas esferas de color gris, brillantes, cuyos diámetros varían desde pequeñas, como pelotas de tenis hasta algunas del tamaño un poco menor al de un balón de fútbol. Penetran a nuestras habitaciones sin hacerse anunciar, volando raudas a diversas alturas, desde muy cercanas al suelo, a un metro o poco más y no pocas veces sobre nuestras cabezas. Pasan de una habitación a otra y desaparecen tan misteriosamente como llegaron. En cuanto a la hora, no tiene hora fija y lo hacen de día, al atardecer, de noche y en mi casa, todos nos hemos encontrado con ellas y ya no nos causan la menor inquietud. Asimismo, en un patio interior y en los alrededores de nuestra casa, en algunas oportunidades, advertimos luminosidades inexplicables
A principios del año 2004 investigadores como el español, Ramón Navia-Osorio, y el chileno Alberto Urquiza investigaron juntos con personal del IIEE de Chile, los enigmas de Chacarillas

El King Kong ET.

Un par de días después de conocer la insólita aparición de la pareja luminosa del Año Nuevo 1999 en La Chacarilla , comenté este asunto en la editorial que me acababa de publicar el libro “Los Seres De La Luz ”, y como los editores, Fernando Fierro y Patricio Ramírez tenían algunas dudas sobre la veracidad de mis relatos, los invité a conocer los cerros, escenario de mi libro, y les dije que a lo menos podrían ver algunas luces de procedencia inexplicable. Mi invitación fue aceptada y acordamos visitar La Chacarilla el sábado 10 de enero. También sumé a la expedición a mi colega y vecina, Hilda Larenas. Al final, constituimos un grupo de unas veinte personas, con familiares de los editores y empleados de la editorial.

Como podrán advertir quienes han seguido estos tres capítulos inéditos de mis experiencias en el cordón montañoso de La Chacarilla , todos los sucesos relatados han contado con varios testigos. Muy rara vez, cuento algún hecho del que haya sido testigo o protagonista, sin tener el testimonio de otras personas.

Al atardecer del 10 de enero de 1999, la veintena de visitantes emprende rumbo a los cerros, en varios vehículos, una verdadera caravana de personas, cuya gran mayoría desconfiaba poderosamente de los hechos relatados por mí en Los Seres de la Luz.

La caravana enfiló desde Américo Vespucio hacia el norte, y cuando comenzamos la ascensión del cordón, nos encontramos con una población de casas—ya habitadas-- que yo desconocía por haber estado ausente de los cerros—a lo menos por ese sector—hacía un par de años. Las casas estaban en un sector alto del macizo y tapaban la mitad de la mayor elevación de La Chacarilla , de la cual se le veía sólo la mitad superior.

Un guardia nos cerró el paso y mientras Fernando le explicaba quiénes éramos y lo que hacíamos allí, algunos miembros de la caravana divisaron varias luces en los cerros y en conversación entre ellos, llegaron a la conclusión que se trataba de motociclistas (era noche cerrada). Les expliqué que todo el cerro estaba cubierto `por matas de espino; que no existían caminos y que era imposible que dada la pendiente, se pudiera afirmar ni siquiera una cabra montés, pero no quedaron muy convencidos con mi explicación.

Hasta ahí, la expedición era un fracaso y lo único algo raro eran los “motociclistas”. El guardia aseguraba que todo el entorno era absolutamente normal y que nunca había observado nada fuera de lo común.

De pronto, alguien lanzó un agudo y prolongado grito, al tiempo que su mano derecha señalaba hacia la cima de La Chacarilla. Una enorme y cegadora luz blanca se había encendido en lo alto. La luz tomó forma esférica y cuando ya fue un globo luminoso comenzó a cambiar de color, tornándose en un rojo fuego. Desde luego, reinó un silencio abrumador y todas las miradas estaban fijas en la esfera. Cuando ésta estuvo completamente roja, se comenzó a deshacer en líneas, que fueron tomando la forma de un enorme gorila, el que inclinándose hacia su lado derecho, pareció afirmarse en su codo de dicho lado, y así inclinado, inició el descenso, cuyo final no pudimos presenciar porque el gorila quedó oculto por las casas.
Los periódicos de Chile siempre han estado anunciando hechos enigmáticos en estos cerros que rodean Santiago. Incendios inexplicables, luces, seres simiescos, etc.

La autenticidad del relato de Carolina Poblete y las afirmaciones contenidas en “Los Seres De La Luz ”, estaban a salvo.

Una Fogata Sin Fuego


Poco más de un mes después de lo relatado anteriormente, exactamente el sábado 20 de febrero de 1999, vuelvo al cerro, acompañado por el ex comando de la FACH , Ricardo Silva, quien hace de guía a dos amigos costarricenses. Uno de ellos, es un diplomático llamado Walter y el otro es un joven que acaba de terminar un curso para oficial en la Escuela de Carabineros y ahora sigue una especialidad en el combate contra los narcotraficantes, llamado Daniel. Al término de este curso, regresará a su país para sumarse a la policía de Costa Rica. Silva les ha contado de los prodigios que ocurren en estos cerros y como ambos “ticos· son aficionados al enigma extraterrestre, le han pedido que los lleve a La Chacarilla. A su vez, Silva ha solicitado mi colaboración.

Llegamos a la orilla del macizo cuando aún es de día, condición que yo les he puesto para que conozcan la conformación del cerro. En la noche, si aparecen las luces—les advierto—no sabrán si están caminando por la superficie o se desplazan por el aire. Nos instalamos debajo de un pequeño bosque de unos diez árboles, ubicado al lado de lo que un letrero anuncia como “ciudad industrial” donde hay una embotelladora de coca cola, cuyos camiones entran y salen a cada momento. Bajo los árboles, una banca de madera y un pequeño canal que lleva bastante agua. Al otro lado de la calle, un enorme potrero que termina justo donde comienza La Chacarilla. Entre nosotros y el borde del cerro, unos 800 metros . Y como telón de fondo, la verde superficie ascendente del cerro. Frente a nosotros, pero muy pegada al límite entre potrero y cerro, una suave colina.

Los costarricenses se dedican a observar la gran mole montañosa, toda vestida de verde—es pleno verano—y de pronto, algo rompe la tranquilidad del momento: Un curioso objeto (que todos vemos de forma y color distinto) ha surgido a mitad del cerro frente a nosotros, y se dirige hacia el norte hasta perderse de vista. Uno de los extranjeros lo ve cuadrado, caminando por la superficie del macizo y de color blanco; cree que es una vaca. Silva lo ve volando y oscuro; yo lo veo en forma de pelota de rugby de color verde oscuro. El joven oficial de policía trata de filmarlo pero al fin no consigue ni filmarlo ni verlo. De todas maneras, los cuatro testigos estamos conscientes que no fue nada normal.

La noche cae rápidamente, el objeto regresa por donde se fuera y desaparece ante nuestros ojos. Ahora hay plena coincidencia en que vuela. El potrero está bajo un manto de total oscuridad y en la lejana colina, al frente nuestro, surge una luz amarillenta que Silva y los “ticos” identifican de inmediato como una fogata de cazadores. La luz aumenta y disminuye como un fuego azotado por el viento. Pero yo he visto decenas de esas luces y les digo que no es una fogata sino un objeto extraterrestre. Me miran asombrados y disimulan una risita.

Silva los invita a caminar por la carretera que se interna hacia el cerro con rumbo norte, donde reina la oscuridad. Los dos amigos del ex comando parten con él y yo me quedo a cargo del campamento, porque están nuestras parkas y un paquete con sandwichs y bebidas. Transcurre una media hora y yo no he dejado de mirar fascinado la supuesta fogata, que sigue creciendo y apagándose alternativamente. De pronto, lo insólito: desde la fogata, surge un potente rayo de luz blanca que en línea recta me impacta de lleno y desaparece. Me invade un miedo terrible y comienzo a tiritar. Pero no tengo tiempo para miedos porque un segundo rayo de luz surge de la supuesta fogata y me pega en el pecho. Se apaga y cuando aún no tengo tiempo de reaccionar, un tercer fogonazo y todo vuelve a la normalidad. La hoguera de los cazadores sigue su rutina.

Pasa otra media hora y regresa Ricardo Silva y sus amigos. Les cuento lo sucedido y ahora, los dos costarricenses se ríen de buenas ganas y festejan mi imaginación. Por supuesto no creen una línea de lo relatado. Nos comemos un emparedado y tomamos bebidas. Ahora, Silva me invita a caminar hacia la oscuridad, porque han surgido, allá a lo lejos, dos parejas de “cazadores” alumbrando el potrero. Dejamos a los extranjeros comiendo sus sandwichs.

Nos alejamos hasta perder de vista el pequeño bosque y comprobamos que las parejas de cazadores no tienen nada de tales. Le comento a Silva que son cazadores muy raros porque desde que aparecieron no han disparado un solo tiro. No alcanzo a terminar la frase cuando al lado mismo nuestro repercute un disparo de escopeta. Nos largamos a reír porque han disparado en plena oscuridad, lo que a cazadores normales les impediría ver contra quien disparan. Regresamos al campamento y cuando llegamos, los dos costarricenses se ponen de pié, se me acercan, me tienden sus manos y me piden disculpas. Yo no entiendo nada. Entonces me explican que cuando Silva y yo desaparecimos en lo oscuro, desde la fogata surgieron un par de fogonazos que les impactaron de lleno a ambos. Ya no hubo más risitas irónicas.-
El IIEE ha prestado atención durante años a los fenómenos lumínicos de los cerros que circundan la capital de Chile, sin explicación convincente hasta el momento, ni de parte de los científicos, ni de los investigadores independientes. En la foto Osvaldo Muray y Patricio Arias del IIEE de Chile

LECTURA PARA EL DIBUJO ADJUNTO:
Este dibujo fue hecho por Carolina Poblete, horas después de haber presenciado la pareja luminosa que bajó desde La Chacarilla , la madrugada del primer día de enero de 1999, al frente mismo de un servicentro. Los pequeños círculos sobre el ser de la derecha —dice Carolina—indican que allí se posaba una pequeña esfera roja que parecía jugar con el personaje.-
AUTOR REPORTAJE:
Osvaldo Muray
Periodista
.
 
El IIEE de Chile no se responsabiliza ni comparte necesariamente la opinión de todos sus colaboradores en los escritos publicados.
IEE Delegación Chilena © 2003 - 2008. Todos los derechos reservados.